Un rey es una persona que no teme nada ni desea nada.

Dice Luis María Ansón, columnista monárquico de ABC, que «las razones de la república las comprende cualquiera, las razones a favor de la monarquía hereditaria requieren un estudio riguroso, así como una considerable disciplina mental«. Y no le falta razón.

A simple vista, un sistema republicano entra por los ojos a cualquiera que se le hable de él y que le vaya a tocar pagarlo. Se habla de democracia, pluralidad, temporalidad definida, etc. A ningún contribuyente le hace gracia la monarquía hereditaria de buenas a primeras. Pero su estudio y análisis merece la pena, ya que desglosado con profundidad, podemos apreciar bastantes aspectos positivos de este sistema. Y a eso vamos.

Si hablamos de democracia, parémonos a analizar la figura de la monarquía y su función. Una elección democrática del Jefe de Estado, conlleva tintes partidistas y politizados. El voto del ciudadano, encasilla la figura e ideología del elegido, ya que pertenece a un partido político u otro. Es elegido democráticamente, pero se encarga de las relaciones internacionales de todos por igual. Un JdE republicano elegido democráticamente, se asegura su gobierno durante los años de su mandato en el mismo momento en el que es elegido. En cambio, un monarca debe asegurarse de contentar al pueblo, sin importar ideologías, ya que no ha sido votado. No tiene su puesto asegurado, ni ha sido elegido por todos, por lo que una mayoría podría cesarle si así lo quisiera. El puesto es vitalicio, pero no en cualquier condición. Un JdE republicano que vea peligrar su condición y puesto, se asegurará de mantenerse allí sea cuales sean las condiciones, optando por el beneficio propio, ya que puede ampararse en su elección democrática. En cambió un monarca, cuyo puesto es vitalicio a expensas de lo que decida el pueblo, se esforzará por hacer aquello que contente a los que deciden sobre su continuidad, en vez de por si mismo. Si seguimos hablando de democracia, el monarca es una figura representativo del Estado. Sin poderes, si hablamos de una monarquía parlamentaria. No dispone de poder para influir en la unidad o la situación del Estado si así lo deseara, a diferencia de un JdE republicano.

En el ámbito de las relaciones internacionales, función esencial de JdE, un republicano se encargaría de estas desde su condición politizada, cuando en realidad representa a todos por igual. Estas relaciones son inherentes (deben serlo) al gobierno de turno, y velan por los intereses del Estado (inversiones exteriores, comercio, etc). Todo ello es ajeno a la política, nos afecta a todos por igual, por lo que la figura que se encarga de gestionar y tratar estos aspectos, no debería influir con su ideología, sino con el interés general del Estado al que pertenezca. Para ejercer política, ya está el gobierno. De cara al exterior es preferible una figura no politizada.

Decía Schopenhauer que «la monarquía es la más costosa de todas las formas de gobierno«. Hablemos de eso. De lo que le importa y afecta de manera más directa al contribuyente: lo que cuesta una monarquía. Es sencillo. Las habrá caras, y las habrá baratas, pero igual que puede serlo una república, o incluso más barata. No es un argumento a favor o en contra de ninguna, sino que depende de cada una. Debe cubrir un sueldo para el monarca, el mantenimiento de su servicio y su familia, y sus viajes oficiales. Son muchas las absurdeces que se han dicho acerca de las aficiones del rey, o críticas a en qué se gasta el dinero. Su dinero, recuerdo. La contrargumentación es sencilla: si usted es un trabajador, y su jefe le paga las dietas y los viajes, es lógico que no deba gastarse ese dinero en sus aficiones. Pero su sueldo, por mucho que se lo de su jefe (nosotros), ¿le da derecho a decirle en qué tiene o debe gastárselo? Es absurdo. El hecho de que seamos los que pagamos la figura de la monarquía, no nos da derecho a decidir sobre lo que debe hacer un rey con su dinero. No es un «nosotros pagamos, nosotros decidimos».

No he enfocado el artículo a favor de la monarquía española, sino de la figura del monarca en general, pero a alguien había que tomar como referencia para este apartado tan materialista. Casualmente, somos los que menos motivos tenemos para quejarnos, según un informe de The Daily Telegraph (2011):

Coste de las Monarquías Europeas (en millones de euros):

Reino Unido: 48,6; Holanda: 39,6; Noruega: 28; Bélgica, 13,7; Dinamarca, 12,6; Suecia, 12,2; Luxemburgo, 8,7. España; 8,4.

Y aquello de que las repúblicas son más baratas, tampoco es que se de en Europa (también datos en millones de euros):

República de Italia: 235; República portuguesa: 18,3. Presidente Federal de Alemania: 39.

Como guinda al pastel, romperé una lanza a favor de nuestro monarca, que aunque cuestionado siempre por algunos (y ahora por más aún) por su vida privada y su familia, siempre ha dado la cara en su puesto de trabajo. Aquí una muestra: Visitas oficiales del rey Juan Carlos I.

 

Mario Hidalgo Platero.

Deja un comentario